jueves, 4 de febrero de 2016

EL CIELO



Un hombre transitaba por un camino con su caballo y su perro, cuando de pronto se encontraron en medio de una tormenta muy fuerte. Para cubrirse, se refugiaron debajo de un enorme árbol, pero cayó un rayo y los tres murieron.
El hombre no se dio ni cuenta de lo que había pasado y prosiguió su camino con sus dos amigos, sólo sabía que los tres estaban sedientos.
En un lugar del camino vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza. En el centro había una fuente de donde manaba abundante agua cristalina, así que el hombre se dirigió a quien custodiaba la entrada:

-Buenos días. ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?

-Esto es el Cielo.

Sin hacer mucho caso dijo: Tenemos mucha sed, necesitamos beber.

-Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera y le señaló la fuente.

-Pero mi caballo y mi perro también tienen sed.

-Lo siento mucho dijo el guardián, pero aquí no se permite la entrada a los animales.

El hombre, a pesar de tener muchísima sed, dijo que no bebería si sus amigos no lo podrían hacer, se despidió del guardián y siguió. Después de caminar un buen tiempo cuesta arriba, ya exhaustos, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una vieja puerta que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles, había un hombre descansando.

-Buenos días, dijo el caminante.

El hombre respondió con un gesto.

-Tenemos mucha sed.

-Hay una fuente entre aquellas rocas, dijo el hombre, indicando el lugar. Podéis beber toda el agua, que necesitéis.

El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y bebieron hasta saciarse. El peregrino volvió atrás para dar las gracias al hombre.

-Podéis volver siempre que queráis, le respondió.

A propósito, ¿cómo se llama este lugar?

-El Cielo.

-¿El Cielo? ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que el Cielo estaba allí!

-Aquello no es el Cielo, es el Infierno, contestó el guardián.

El caminante quedó perplejo.

-¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta falsedad debe provocar grandes confusiones!

-¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar… a sus mejores amigos


A donde Mirar

Una empresa estaba en una difícil situación, las ventas iban mal, los trabajadores y colaboradores estaban desanimados y la situación financiera del negocio era extremadamente crítica.

Era preciso hacer algo para revertir la situación.

Nadie quería asumir responsabilidades. Por el contrario, el personal sentía el desamparo y la rápida extinción de la empresa.

Ellos consideraban que alguien debía tomar la iniciativa para revertir la situación.

Un día, cuando los funcionarios y los trabajadores llegaron al trabajo, encontraron en la portería un cartel que decía:

" En el día de ayer falleció la persona que impedía el crecimiento de nuestra empresa. Usted está invitado a participar de los funerales en el salón de deportes."

Todos sintieron tristeza ante la muerte de un compañero, pero a la vez tuvieron curiosidad por la persona que frenaba el crecimiento de la empresa.

La agitación en el salón de deportes era muy grande por lo que fue preciso llamar a seguridad para organizar a los asistentes.

A medida que las personas se aproximaban al féretro la ansiedad aumentaba.

Se preguntaban - ¿Quién será el que entorpecía el progreso de nuestra empresa?

Uno a uno, se aproximaban deseosos de conocer al personaje en cuestión. Pero al acercarse al féretro quedaban pasmados y en absoluto silencio, no se lo podían creer, jamás hubiesen imaginado lo que había dentro…

¡Había un espejo!.., en el que se reflejaba la cara de cada uno que lo mirara.

Reflexión:

Sólo existe una persona capaz de limitar tu crecimiento, tú mismo.

Tú eres la única persona que puede perjudicar tu vida.
Cuando tú fallas, no intentes hallar otros culpables.

Si permites que Dios transforme tu corazón, las derrotas se convertirán en triunfos y las frustraciones en éxitos. El guiará tu vida y jamás tendrás que depender de tus propios instintos.




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